Nada hacía sospechar que un muchacho de 15 años, procedente de la más rancia aristocracia francesa, formaría parte activa de la lucha contra el nazismo. Robert de la Rochefoucauld (París, 1923) tenía tan solo 16 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Murió el pasado 8 de mayo, a los 88 años, en la más absoluta intimidad. Tanto es así que la noticia no se conoció y difundió ampliamente hasta los pasados meses de junio y julio.
La vida de lujos de aquel conde francés se interrumpió de repente cuando, tras la invasión de Francia, su padre fue detenido por los alemanes. Un cartero delató ante la Gestapo al joven Rochefoucauld, quien, por aquel entonces, albergaba simpatías por las tropas del general De Gaulle. Logró huir a España en 1942, pero fue recluido en un campo de prisioneros franquista junto a dos pilotos británicos que lo habían ayudado a escapar del III Reich. Con ayuda de las autoridades de Reino Unido, que le dieron cobijo en el país, salió del campo. Ya en las islas británicas fue reclutado por el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE, en sus siglas en inglés) un selecto —y secreto— cuerpo de élite creado por Winston Churchill destinado a realizar sabotajes y operaciones encubiertas.
Tras un entrenamiento de medio año en las cercanías de Manchester, fue lanzado en paracaídas sobre suelo francés en junio de 1943. Fue detenido tras volar una estación eléctrica y tramos de vía férrea. Logró fugarse saltando de un camión en marcha, y durante la huida sus captores trataron de acribillarlo a tiros; robó un coche oficial con la bandera nazi que tenía las llaves en el contacto ante la impotencia de su conductor y regresó a Gran Bretaña en submarino. Lejos de escarmentar tras semejante experiencia, vuelve a lanzarse sobre la Gironda en mayo de 1944. En esta segunda expedición, roba explosivos a la Wehrmacht camuflándolos en barras de pan y hace explotar un polvorín cerca de Burdeos, aunque es capturado de nuevo por los alemanes.
El cautiverio dura poco: fingiendo un ataque epiléptico, aprovecha la entrada del centinela en el calabozo para golpearle con la pata de una mesa y dejarlo inconsciente. Tras matarle rompiéndole las cervicales, el conde huye por las calles de la localidad disfrazado con un hábito de monja que había tomado prestado de la hermana de un compañero de armas. Finalmente, un agente británico logra ocultarlo en su casa.
Tras la guerra, Francia aprovecha sus conocimientos y Rochefoucauld se dedica a entrenar comandos para ser enviados a Indochina y a paracaidistas destinados a ser lanzados en el canal de Suez en 1956. Sus servicios merecieron la distinción de Caballero de la Legión de Honor, de la Cruz de Guerra 1939-1945, ambas condecoraciones francesas, y de la orden al Valor Distinguido, esta última, británica.
En 2002 publicó sus memorias con un título que hacía honor al lema de lo que había sido su vida: La liberté, c'est mon plaisir.
Para saber más:
El País
2GM
The Penguin Press
Un gran hombre.
ResponderEliminarMe gustaría leer sus memorias.