
El Führer era consciente de la atracción que ejercía sobre las féminas, y la cultivaba con mucho gusto.
A las mujeres maduras las solía hablar de la devoción que sintió por su madre. A las jóvenes las agasajaba con regalos. Y a las alemanas en general les ofrecía su soltería por la patria alemana.

Aunque le gustaba rodearse de distinguidas y bellas mujeres, en realidad muy pocas dejaron huella en Hitler.
Tan solo tres de ellas tuvieron auténtica significación para el, su madre Klara Pölzl, su sobrina Geli Raubal y la que el último día de su vida fue su esposa, Eva Braun. Este hecho ha llevado a algunos historiadores a considerarlo desde ser homosexual hasta un seductor. No parece que fuera ninguna de las dos cosas. Tan solo, su vida era la política y todo se reducía a ella.
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