Cuando perdieron todo se complicó y el trato a la población se volvió violento. Sus víctimas fueron tanto filipinos, como chinos, alemanes, suizos o españoles. No podían tolerar que el resto del mundo se enterase de su humillación, así que se produjo la matanza indiscriminada de más de de 100.000 personas.
En pocos días, todo el pasado colonial español de Manila fue arrasado y alrededor de 300 españoles de los 3.000 que vivían en Filipinas murieron brutalmente asesinados. Entre ellos todos los que se encontraban en la embajada, que fue arrasada por los japoneses. Muchos eran terratenientes que se habían quedado en Filipinas después de desaparecer como colonia, ya que su vida estaba en Filipinas.
Durante la sangrienta y devastadora retirada nipona del archipiélago, murieron más personas que con las bombas atómicas que caerían, cinco meses después, sobre Hiroshima y Nagasaki.
La victoria aliada sobre los japoneses tuvo sobre Manila un terrible coste y pasó a ser una de las ciudades más devastadas por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Y el sur de Malate y de Intramuros, habitada por muchas familias españolas, fue la más castigada de todas.
Aquel inhumano final de la guerra en el Pacífico significó el final de la huella española en el archipiélago filipino, que continuaba a pesar de la colonización norteamericana. Tras perder todo, más de 500 españoles volvieron a España, además de los 300 que murieron asesinados por los japoneses. Ante estos hechos, Madrid rompió relaciones con Tokio y Franco planteó la posibilidad de enviar tropas a Filipinas y declarar la guerra a Japón en 1945.
Hasta 1948 muchos españoles no supieron que les sucedió a sus familiares en esos días aciagos del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Aquel inhumano final de la guerra en el Pacífico significó el final de la huella española en el archipiélago filipino, que continuaba a pesar de la colonización norteamericana. Tras perder todo, más de 500 españoles volvieron a España, además de los 300 que murieron asesinados por los japoneses. Ante estos hechos, Madrid rompió relaciones con Tokio y Franco planteó la posibilidad de enviar tropas a Filipinas y declarar la guerra a Japón en 1945.
Hasta 1948 muchos españoles no supieron que les sucedió a sus familiares en esos días aciagos del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Para saber más:
Franco y el Imperio Japonés, de Florentino Rodao García
Mi abuelo, Tomás Ocejo, y cuatro de sus hijos, mis tíos, fueron cinco de los españoles asesinados en Manila.
ResponderEliminarLo siento, debió de ser tremendo.
ResponderEliminarGracias por contarlo.
Un saludo.