Entró en la guerra el 6 de junio de 1944. Ese día desembarcó con la segunda oleada en las playas de Normandía, concretamente en la playa de Utah. En la mochila llevaba el texto de «El guardián entre el centeno». Su primer día de combate no fue nada para lo que vino después. En las siguientes jornadas a esa operación se vio inmerso en una serie de batallas violentísimas –su unidad, el 12º Regimiento de Infantería, era la vanguardia del ejército americano–.
En una de ellas murió uno de cada diez hombres para ganar una villa de apenas cien habitantes.
Tras 26 días de lucha seguidos, de los 3.080 miembros de su regimiento sólo quedaban con vida 1.130. Del resto de unidades americanas, la suya sería la que más bajas tuvo durante la contienda.
La llamada «batalla del Bocage» fue una verdadera pesadilla. De ahí pasó a la del bosque de Hürtgen. Una verdadera masacre. En invierno, sin ropas adecuadas y sin apenas alimentos, Salinger y sus hombres fueron derrotados. La Vigésimo Octava División fue aniquilada allí.
Los hombres vivían constantemente en el terror. De los 3.080 combatientes que entraron, sólo 563 lograron sobrevivir.
A los pocos días, se vio inmerso en la batalla de las Ardenas.
Salinger también estaba entre las unidades que descubrieron los primeros campos de concentración (Dachau).
Al acabar la guerra llegó a Nüremberg donde estuvo persiguiendo nazis. Salinger acabó padeciendo síndrome postraumático. Jamás habló de la guerra. Vio demasiada muerte durante la Segunda Guerra Mundial.
Salinger nació el 1 de enero de 1919 en Nueva York, pero realmente nació en 1944. Lo cuenta el documental «Salinger».
Para saber más:
La Razón
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