La propaganda logró el rápido ascenso del Partido Nacionalsocialista hasta alcanzar el poder en el Reichstag alemán. El material de las campañas electorales de la década de 1920 y 1930, y las apariciones públicas de los lideres nazis, se unieron para crear un “culto al Führer” en torno a Adolf Hitler.
Su fama creció a través de los discursos que pronunciaba en las grandes concentraciones, los desfiles y la radio. Incluso se utilizaron los Juegos Olímpicos de Berlín como una inmensa plataforma propagandística a nivel internacional. Llegando a ser "Hombre del Año" para la revista TIME y propuesto para el Premio Nobel de la Paz en 1939 por el parlamentario sueco, E.G.C. Brandt, por su contribución en los acuerdos de Múnich de 1938.
La propaganda de la Primera Guerra Mundial influencio al joven Hitler, que sirvió como soldado en el frente de batalla hasta 1918. Hitler estaba totalmente convencido de que Alemania había perdido la guerra, entre otras cosas, como resultado de la propaganda enemiga en una especia de "puñalada por la espalda". Hitler suponía que los vencedores de la Primera Guerra Mundial habían recorrido las calles con mensajes claros y simples que alentaban a sus propias fuerzas y debilitaban el deseo alemán de combatir. Hitler controló el poder de los símbolos, la oratoria y la imagen, y formuló eslóganes para su partido político que eran simples, concretos y conmovedores para llegar a las masas.
La propaganda de la Primera Guerra Mundial influencio al joven Hitler, que sirvió como soldado en el frente de batalla hasta 1918. Hitler estaba totalmente convencido de que Alemania había perdido la guerra, entre otras cosas, como resultado de la propaganda enemiga en una especia de "puñalada por la espalda". Hitler suponía que los vencedores de la Primera Guerra Mundial habían recorrido las calles con mensajes claros y simples que alentaban a sus propias fuerzas y debilitaban el deseo alemán de combatir. Hitler controló el poder de los símbolos, la oratoria y la imagen, y formuló eslóganes para su partido político que eran simples, concretos y conmovedores para llegar a las masas.
Hitler tuvo siempre muy claro que "la propaganda es un arma verdaderamente terrible en manos de un experto". Para ello había que controlar todos lo medios de comunicación y nombró a Joseph Goebbels, como ministro de Ilustración Pública y Propaganda del Reich.
En Mein Kampf (su autobiografía política), Hitler se plantea: "¿A quién debe dirigirse la propaganda? ¿A los intelectuales o a la masa menos instruida?
El mismo responde. ¡Ella debe dirigirse siempre y únicamente a la masa!(..). La tarea de la propaganda consiste(..), en atraer la atención de las masas sobre hechos y necesidades... Toda propaganda debe ser popular, y situar su nivel en el límite de las facultades de asimilación del más corto de alcances de entre aquellos a quienes se dirige(..). La facultad de asimilación de la masa es muy restringida, su entendimiento limitado; por el contrario, su falta de memoria es muy grande. Por lo tanto, toda propaganda eficaz debe limitarse a algunos puntos fuertes poco numerosos, e imponerlos a fuerza de fórmulas repetidas, por tanto tiempo como sea necesario, para que el último de los oyentes sea también capaz de captar la idea." "La finalidad de la propaganda no consiste en compulsar los derechos de los demás, sino en subrayar con exclusividad el propio, que es el objeto de esa propaganda".
"La gran masa cede ante todo al poder de la oratoria". La palabra es fundamental porque solo esta "es capaz de incoar grandes evoluciones, y esto debido a simples razones de orden psicológico". Y en el uso de la oratoria Hitler terminó siendo un maestro que cautivaba a las masas.
Con esas premisas, entre 1933 y 1945, los propagandistas nazis describen a su Führer como la personificación viviente de la nación alemana, que irradiaba fuerza y una inquebrantable devoción por Alemania. Los anuncios públicos reforzaban el concepto de Hitler como el salvador de una nación alemana derrotada por los términos del Tratado de Versalles.
El culto a Adolf Hitler fue un fenómeno masivo fomentado deliberadamente. Tanto los propagandistas nazis como los artistas producían pinturas, letreros y bustos del Führer, que luego eran reproducidos en grandes cantidades para ser colocados en lugares públicos y en los hogares. La editorial del Partido Nazi imprimió millones de copias de Mein Kampf en ediciones especiales, incluyendo ediciones para recién casados, con lo que Hitler amasó una importante fortuna.
La propaganda nazi idolatraba a Hitler como un gran político que traería estabilidad, crearía puestos de trabajo y restauraría la grandeza de Alemania (representada principalmente en la construcción de grandes obras públicas). Bajo el régimen nazi los alemanes debían mostrar lealtad pública al Führer con gestos como saludar o despedirse al grito de “¡Heil Hitler!” con el brazo extendido en alto. No acatar religiosamente esta ideología significaba la condición de traidor a Alemania y al Führer.
Para saber más:
Mein Kampf, de Adolf Hitler
Sociología de la comunicación de masas. Propaganda política y opinión pública, de Miquel de Moragas
Concepto y técnicas de la propaganda y su aplicación al nazismo, de Emma Rodero Antón
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