Habíamos oído rumores de que las jóvenes y las mujeres solteras estaban siendo raptadas y llevadas a la fuerza a Manchuria. No se llevaban a las mujeres si ya estaban casadas. Muchas jóvenes coreanas se apresuraron a contraer matrimonio, incluso con hombres muy viejos.Pero Soon-Ae era todavía demasiado joven para casarse. La solución fue que ella y otras dos jóvenes se ocultaran en un cementerio cercano.
A los 20 días vino mi hermano pequeño y me pidió que fuera a recoger el cupo de alimentos para la familia. Para obtener las raciones, un miembro de la familia debía recitar un poema épico japonés. Yo era la única que podía hacerlo, por lo que regresé a casa.El precio que tuvo que pagar para obtener la comida fue terriblemente caro. Primero, fue conducida a un campamento militar cercano. Acto seguido, tanto ella como un grupo de adolescentes fueron transportadas en barco y en ferrocarril hasta Hiroshima, donde les dieron nombres japoneses. A Soon-Ae le pusieron Maiko. Después, el grupo fue embarcado hasta la pequeña isla de Palau, situada en la costa oriental de Filipinas.
Le rogué a un viejo oficial que nos dejara marchar y respondió que lo haría.Pero no lo hizo. Ella y las otras chicas fueron llevadas a una zona ubicada detrás de un hospital militar donde se habían acondicionado 30 miserables cubículos. A cada chica le fue asignada una habitación.
El espacio era muy pequeño, con una manta, una mosquitera, un espejo y un lavabo. Me imaginé que tal vez nos pidieran que hiciéramos trabajos sencillos de enfermería o lavar la ropa de los soldados.A la mañana siguiente, los soldados comenzaron a formar filas en el exterior de las habitaciones. A partir de ese día, Soon-Ae se convirtió en una de las miles de niñas y jóvenes, algunas de tan sólo 11 años, a quienes los japoneses denominaban con el cruel eufemismo de jugun ianfu o mujeres para el consuelo.
Las lesiones internas que sufrió durante su primera violación a manos de dos soldados japoneses fueron muy graves. Incluso hoy en día, le duele al orinar.
Camino a duras penas. Me siento tan sola... No quiero vivir. Mi vida ha estado llena de lágrimas y pesar», dice sollozando, «ya es hora de sentir un poco de alivio.Soon-Ae no se atrevió a revelar lo ocurrido durante la guerra hasta que tenía más de 60 años. Y no lo hizo hasta que otra anciana surcoreana, Hak-Soon Kim, contó su caso. En 1991, esta mujer presentó una demanda contra el Gobierno japonés por los atroces abusos que sufrió. Hak-Soon Kim esperó a que fallecieran todos los miembros de su familia, y así evitar que pudieran sentir vergüenza por sus revelaciones. Su testimonio indujo a varios cientos de esclavas sexuales a revelar sus propias experiencias.
Para saber más:
El Mundo
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