En 1942 el general alemán Rudolf Schmetzer creía que el camuflaje era tan importante como el hormigón armado con el que eran construidos los búnkers.
Con esta idea los comandantes locales se dedicaron a ocultar o disfrazar sus posiciones defensivas. El 15º Ejército, que se encargaba de la zona costera entre Ostende y Caen incluso formó un equipo especial compuesto por un botánico, un zoólogo, un geólogo, un ingeniero y varios oficiales de la Wehrmacht para que buscase nuevas formas de hacer que las defensas parecieran cualquier otra cosa menos búnkers o posiciones de artillería.
En los pueblos a lo largo de la Muralla Atlántica, las construcciones de defensa fueron disfrazadas de edificios locales, como tabernas, viviendas e incluso iglesias con sus campanarios, utilizando falsos techos, ventanas pintadas y puertas falsas. Las fachadas de las baterías de cañones cavadas en los acantilados fueron pintadas para confundirse con las rocas del entorno.
Claro está, el tipo de camuflaje más común y más eficaz era el más simple, aunque menos artístico. Ya que muchas posiciones defensivas estaban construidas parcialmente bajo tierra, los alemanes las cubrían con capas de tierra, rocas y una cubierta de vegetación natural de la zona, dejando únicamente las aberturas para los cañones y para la observación.
Para saber más:
D-day fortifications in Normandy, Osprey Publishing
The Second Front de Douglas Botting
D-day Overlord
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