Desde el mismo final de la Segunda Guerra Mundial se ha especulado sobre que habría ocurrido si el presidente norteamericano Harry Truman no hubiera ordenado lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y se hubiera invadido Japón.
Inmediatamente después de la rendición de Japón y de que tropas estadounidenses ocuparan el país, los servicios de inteligencia estadounidenses comenzaron los interrogatorios de las autoridades japonesas. La sección G-2 del 6º ejército estadounidense, interrogó a los oficiales del ejército japonés responsables de la defensa de la isla de Kyushu. El 31 de diciembre de 1945 se presentó un informe que fue clasificado inmediatamente como Alto Secreto, hasta 2006, cuando fue desclasificado. La información contenida en el informe muestra claramente a lo que se habrían enfrentado los norteamericanos de haber intentando invadir el Japón. Se trata del Plan Ketsu-Go.
Después de que los estadounidenses recuperaran las Filipinas, el Alto Mando Imperial japonés consideró las distinta opciones que tomarían los Aliados, como desembarcos en la costa de China, la invasión de Formosa o Corea y desembarcos en las islas del Japón. Se estimó que los desembarcos iniciales se realizarían muy probablemente en el parte sur de la isla de Kyushu con la finalidad de establecer bases aéreas que apoyaran un asalto sobre Tokio a través de la llanura de Kanto. Esta opción se hizo más plausible cuando los Marines invadieron las islas Ryukyu en abril de 1945.
A comienzos de 1944 se desarrolló el plan Ketsu-Go, diseñado para derrotar a una flota de invasión aliada tan lejos de Japón como fuera posible, de modo que cualquier ejercito que alcanzara las costas japonesas iban a ser aniquilados en las playas. El plan también contaba con la preparación de miles de aviones Kamikaze para ser lanzado contra la flota invasora. En el caso de que el ataque masivo de Kamikazes no detuviera a las fuerzas de invasión la Armada utilizaría submarinos y pequeñas embarcaciones suicidas cargadas de explosivo con el fin de lanzarlas contra los navíos enemigos. Los ataques aéreos y navales se centrarían en los transportes de tropas a fin de causar el causar número de bajas en las tropas invasoras. Con ello pretendían además asegurar una paz negociada.
Se cree que en Japón se encontraban sus mejores tropas, pero hasta mediados de 1944, cuando las fuerzas estadounidenses capturaron Saipan, los líderes militares de Japón estaban convencidos de que sus fuerzas podrían derrotar al enemigo a miles de kilómetros de Japón. Sólo unos 70.000 soldados del Ejército Imperial permanecieron en las Islas cuando Japón lanzó su ofensiva en el sudeste asiático en diciembre de 1941 y solo se elevó a unos 165.000 hombres a mediados de 1944.
La preparaciones de defensa local no comenzaron hasta principios de 1945, cuando se hizo evidente que las Islas estaban amenazadas. A mediados de 1945, el Ejército Imperial japonés había reunido unas fuerzas de defensa de un millón y medio de efectivos, pero se componían de los últimos reclutas y reservistas, muchos de los cuales tenían menos de 16 o más de 60 años y menos de la mitad tenía armas de fuego, de ellas una cuarta parte eran ametralladoras. La población civil tan solo disponía, en la mayoría de los casos, de simples lanzas de bambú. El transporte motorizado era prácticamente inexistente y de los miles de aviones que incluía el plan tan solo se pudieron organizar unos pocos centenares de viejos aparatos ya que escaseaban los pilotos, el combustible y las piezas de repuesto.
El grueso del ejército imperial se mantuvo en el extranjero. Cientos de miles de soldados japoneses se encontraban en las Filipinas, Nueva Guinea y en las islas del Pacífico, donde habían sido aislados. Debido a ello los últimos soldados japoneses se rindieron en la década de los 70, como el teniente Hiro Onoda en 1974 y el soldado Teruo Nakamura a finales del mismo año.
Los primeros informes de inteligencia estimaban que los japoneses podrían tener unos medios muy superiores a los que realmente tenían ya que no se tenía información fiable de los poquísimos prisioneros japoneses que hicieron los norteamericanos. Se estimó que disponían de 10.000 aviones, cuando tras los interrogatorios posteriores a la guerra se supo que no llegaba a los 1.400 aparatos, muchos de ellos en la península de Corea. Así que las estimaciones durante la invasión de un millón de bajas, de los que la mitad serian durante la invasión de la isla de Kyushu, son quizás demasiado elevadas.
Para saber más:
FAS
PBS
Mount Holyoke College
Ibiblio
WW2 in the Pacific
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