Los Messerschmitt Me-109 realizaban su ataque tan de cerca que Rojohn podía ver las caras de los pilotos alemanes. Él y otros pilotos lucharon para permanecer en la formación para que pudieran defenderse unos a otros. Rojohn vio un B-17 por delante que estalló en llamas. Aceleró su avión para llenar el vacío en la formación cuando experimentó un gran impacto. El gran bombardero se estremeció, sintió que de pronto se había vuelto muy pesado y comenzó a perder altitud.
Otro B-17, pilotado por el teniente William G. McNab, había chocado por debajo de él. La torreta superior del avión de McNab ahora estaba empotrada en el vientre del avión de Rojohn y la torreta de bola de Rojohn había penetrado a través de la parte superior del de McNab. Los dos aparatos quedaron casi perfectamente alineados, como un tripulante más tarde recordó: "Como dos libélulas que se apareaban."
Tripulación del B-17 de Glenn Rojuhn |
La torreta de bola, era considerada una trampa mortal, el peor puesto en el bombardero. El sargento Edward L. Woodall, que tenía ese puesto en el bombardero de McNab, sintió el impacto de la colisión por encima de él y peor aún, se dio cuenta de que la energía eléctrica e hidráulica había desaparecido. Pero pudo accionar el sistema manual para liberarse.
Ya liberado, Woodall vio un espectáculo escalofriante, la torreta bola del otro aparato sobresale por el techo, con el sargento Joseph Russo dentro de ella. La tripulación de Rojohn trataron frenéticamente de hacer girar la torreta de Russo para que pudiera escapar, pero fue imposible. Por los auriculares de la tripulación sonó la voz de Russo rezando.
Rojohn decidió que la tripulación saltara a través del hueco de la torreta de cola. El artillero de la torreta superior y su operador de radio, su navegante y su bombardero, así como el artillero de la cintura, y el artillero de cola fueron capaces de saltar.
Ahora el avión de McNab estaba en llamas y el fuego se dirigía al ala izquierda del Rojohn. Podía sentir el calor desde abajo y escuchar el sonido de la munición estallar por culpa de las llamas. Rojohn ordenó a Leek, su copiloto, que saltara. Leek sabía que sin su ayuda no podría mantener los controles y que el avión caería en una espiral de llamas.
Tripulación del B-17 de William G. McNab |
Leek se arrastró fuera de la cabina y sacó un cigarrillo y cuando estaba a punto de encenderlo observó que un soldado alemán le apuntaba con su arma. El soldado le quitó el cigarrillo a Leek y señaló a la gasolina derramada por el impacto. El soldado alemán le salvó la vida. Rojohn y Leek fueron hechos prisioneros.
El resto de los tripulantes no tuvo tanta suerte. Dos de los seis hombres que saltaron en paracaídas desde el avión de Rojohn no sobrevivieron al salto. Sorprendentemente cuatro hombres de otro aparato, incluyendo al artillero de la torreta de bola Woodall, sobrevivieron. Todos fueron atrapados por los alemanes.
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