jueves, 28 de diciembre de 2017

El prisionero que se escapó 200 veces para ver a su amada

Para muchas personas, escapar de un campo de prisioneros de guerra una vez sería suficiente. Pero para Horacio Greasley no era suficiente. Pero lo más increíble de la historia es que Greasley siempre volvía de nuevo al campo. Y todo para encontrarse con una muchacha. Se dice que el amor vence todo, y eso se cumple en el caso de Horacio Greasley y su amada del otro lado de la alambrada, Rosa Rauchbach.

Greasley nació el día de Navidad en 1918, en Ibstock, Leicestershire (Gran Bretaña). A los 20 años, mientras trabajaba de peluquero se encontró con el estallido de la guerra y junto a su hermano Harold fueron reclutados. A pesar de que le ofrecieron la posibilidad de servir en el cuerpo de bomberos rechazó la oferta y se unión al ejército. Tras el campamento de instrucción con el Regimiento de Leicestershire, desembarcó en Francia con la Fuerza Expedicionaria Británica para ayudar a Francia y fue hecho prisionero en de mayo de 1940 durante la retirada de Dunkerque.

Tras una dura marcha de varias semanas a través de Bélgica, fue subido a un tren y finalmente internado en un campo de prisioneros de guerra en la Silesia polaca. Fue aquí, donde conoció a la hija del director de una cantera de mármol cercana al campo, Rosa Rauchbach de 17 años de edad.

Rosa sabía Inglés, por lo que fue a trabajar para los alemanes como intérprete. De este modo conoció a Horacio. Hubo química entre ellos. Durante un tiempo los amantes se encontraban a escondidas de los guardias, pero Greasley fue transferido a otro campo a unos 60 kilómetros de distancia.

Un hombre más débil podría haber pensado que era el final de una dulce historia de amor, pero no para Horacio. Estaba decidido a reunirse con Rosa a cualquier precio.

Empezó a observar a los guardias y sus rutinas. Calculó lo que tardaba un guardia en dar la vuelta a los barracones y el momento en que se cruzaba con otro. De este modo descubrió que después de cruzarse, cuando se separaban era el momento de saltar por la ventana del barracón y correr a la alambrada. Mientras, Horacio enviaba mensajes a Rosa a través de los grupos de trabajo que salían fuera del campo aprovechando su trabajo como barbero del campo.

Cuando la guerra avanzaba y los alemanes comenzaban lentamente a retroceder en todos los frentes, las cosas se pusieron un poco más relajadas en el campo y los guardias menos alerta, con lo que era más fácil salir del campo. Así que tan pronto como tuvo la oportunidad, Greasley saltó por la ventana y cruzó por debajo del alambre de espino y, por terreno enemigo, corrió para llegar al punto de reunión que había acordado con su amada. Esta rutina la repitió hasta 200 veces, cambiando tan solo el lugar de reunión hasta que el campo fue liberado.

Al igual que muchas historias de amor durante la Segunda Guerra Mundial, no tuvo un final feliz. Finalizada la guerra Rosa consiguió un trabajo como traductora para los estadounidenses. Poco después de volver a Gran Bretaña, Greasley recibió la triste noticia de que Rosa y su bebé habían muerto durante el parto. Horacio nunca supo si el bebe era realmente suyo, aunque en su corazón siempre tuvo la esperanza que que si lo fuera. Un trágico final de una historia de amor de novela romántica. Horacio Greasley murió a los 91 años en Alicante, España.

Ha habido cierto debate sobre si la historia es real o no, pero aún así, esta es una historia que ilustra el poder del amor, y que realmente puede superar las circunstancias más extraordinarias.

Hay quien sostiene que Greasley fue fotografiado junto al jefe de las SS, Heinrich Himmler, tras enfrentarse a el debido a la falta de raciones para los prisioneros de guerra. mostrando lo delgado que estaba. Al parecer el soldado que se encara a Himmler es soviético (por la gorra) y la imagen fue tomada en Bielorrusia a mediados de 1941.

Para saber más:
Los pájaros también cantan en el infierno, de Jim Greasley Horace y Ken Scott
Wikipedia
Thesunday Times
Daily Mail
The Telegraph

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