"Mañana es el ataque. Conseguiré un hundimiento instantáneo y espléndido". Cabo Kagawa. Abril 1945.
El nombre original de estas "Unidades de Ataque Especial Shimpu" se debe al vice almirante Takijiro Onishi y al capitán Inogichi, que en japonés es: Shinpu Tokobetsu Kogeki Tai abreviado como Tokkotai. Shimpu es una palabra china que los norteamericanos interceptaron en un comunicado pero que en lugar de traducirlo al chino lo hicieron al japonés. De ahí la confusión.
El primer ataque kamikaze se produjo el 25 de octubre de 1944, cuando el teniente Yukio Seki estrelló su Zero contra el portaaviones USS St Lo.
Los pilotos kamikazes suelen ser descritos como fanáticos o como victimas de indefensas de la loca decisión de continuar una guerra que ya estaba perdida. Sin embargo, esta estrategia estuvo motivada por la necesidad. Los ataques suicidas estaban dirigidos realmente a causar el mayor daño con el menor coste de vidas humanas.
En Okinawa apareció una nueva arma suicida, que los norteamericanos llamaron en japonés "baka" ("tonto"), que consistía en un planeador propulsado con tres cohetes que que era soltado por un bombardero desde más de 8000 metros de altitud. Cuando se encontraba a unos 5 kilómetros de su objetivo, el piloto kamikaze, encendía los cohetes y se lanzaba a casi mil kilómetros por hora contra su objetivo con más de una tonelada de explosivos. Tanto el kamikaze como el barco contra el que se estrellaba quedaban destruidos en una explosión masiva. 34 buques quedaron fuera de combate con esta técnica. El primero de ellos fue el destructor estadounidense USS Abele.
En las islas Kerama, situadas frente a Okinawa, los Marines capturaron dos barcos kamikaze cargados de explosivos que estaban destinados a lanzarse contra la flota aliada, que ya estaba siendo hostigada por aviones kamikaze. En uno de los días más duros de los ataques kamikaze, unos 700 aviones suicidad atacaron, dañaron o hundieron 13 destructores. En una misión sin retorno, el acorazado Yamato, junto a su escolta, el crucero Yahagi, y 8 destructores partieron hacia Okinawa con los tanques llenos de casi todo el combustible que le quedaba al Japón, pero insuficiente para volver a puerto. La flota japonesa había recibido la orden de embarrancarse frente a la isla de Okinawa, y usar sus cañones para defender a las tropas de tierra que quedaban allí. Pero el poderoso acorazado Yamato fue descubierto por un submarino norteamericano en las proximidades de la isla de Kyushu. Al estar desposeído de toda cobertura aérea y resulto ser una presa muy fácil para los aviones norteamericanos que lo atacaron al día siguiente.
A pesar de este esfuerzo supremo por detener el imparable avance aliado hacia Japón, los constantes ataque aéreos sobre el país y el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki acabaron con la última defensa del país del sol naciente, que posiblemente habría luchado hasta la última gota de su sangre como quería la mayoría de los miembros de la cúpula militar.
Siempre se ha tenido el concepto de que todos los kamikazes eran unos locos suicidas, como ha mostrado la historiografía oficial, pero la realidad no era así. A muchos se les obligaba a realizar estos ataques por orden superior o algunos de los voluntarios lo eran por presión social o de grupo, cumpliendo el código de honor del Bushido. En los ataque kamikaze apenas participaron altos mandos. Su desesperación se puede ver en la multitud de cartas que han aparecido publicadas, como las recopiladas en el libro Kamikaze Diaries de la antropóloga japonesa Emiko Ohnuki.
Siempre se ha tenido el concepto de que todos los kamikazes eran unos locos suicidas, como ha mostrado la historiografía oficial, pero la realidad no era así. A muchos se les obligaba a realizar estos ataques por orden superior o algunos de los voluntarios lo eran por presión social o de grupo, cumpliendo el código de honor del Bushido. En los ataque kamikaze apenas participaron altos mandos. Su desesperación se puede ver en la multitud de cartas que han aparecido publicadas, como las recopiladas en el libro Kamikaze Diaries de la antropóloga japonesa Emiko Ohnuki.
En la academia naval de Etajima, en Hiroshima, se encuentra un memorial a los pilotos kamikaze. Nada más entrar en el recinto, se siente el gran respeto a estos jóvenes pilotos aún inspiran en Japón. En numerosos casos se pueden ver sus cartas de despedida.
Para saber más:
Kamikazes, de Albert Axel y Heideaki Kase
Conoce Japón
Historia y Biografías
Wikipedia
Actually Notes
Meridianos
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