En el ritual los pilotos suicidas tomaban sake, el licor de arroz tradicional japonés, y se colocaban la Hachimaki con el símbolo del Sol Naciente en la frente para, según sus creencias, estar protegidos de los malos espíritus que les impedirían llevar a buen termino su misión al mismo tiempo que les infundía el valor necesario para cumplir su misión.
Quien alentó esta tradición entre los kamikazes fue el Almirante Soemu Toyoda, comandante en jefe de la Armada Imperial Japonesa, que escribió en las primeras quince Hachimaki: “El Trueno de Dios”.
Además de la cinta Hachimaki, los pilotos se colocaban el Sennin-bari, o cinturón de las mil puntadas, cada una cosida por una persona diferente, con el deseo de éxitos en la misión. Tambien solían llevar banderas japonesas con inscripciones de buena suerte de la familia y de los amigos, ambos entregados a los pilotos en el último encuentro familiar.
Contrariamente a esa imagen que tenemos de los kamikazes como unos elegidos, no sólo estos pilotos llevaban la Hachimaki en la cabeza y no solo ellos bebían sake antes de la misión.
Trabajadores, estudiantes o mujeres tambien los usaban, y siguen usando, como representación del esfuerzo y la constancia, en la convicción de que le daría fuerza para superar su trabajo, un examen o el parto. En estas cinta se suele ver algún símbolo o palabra relacionados con la voluntad o la constancia y la voluntad del portador de conseguir el éxito en su empeño.
En Japón, dice la tradición, que la Hachimaki favorece la concentración y es un amuleto de buena suerte. Tambien se utiliza en las fiestas tradicionales para los diferentes grupos participantes. Algo así como los pañuelos de las peñas en algunos pueblos de España,
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