El 6 de
abril de 1945, cuando el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa estaba cerca,
las fuerzas japonesas lanzaron una contraofensiva masiva desde el aire contra las tropas estadounidenses en la isla de Okinawa, con más de 800 aviones, de los que casi
350 eran kamikazes. La mitad de los apartaros fueron derribados. En total, durante la batalla de Okinawa lanzaron 1900
misiones kamikaze. Este no fue el único ataque desesperado para detener el avance aliado hacia Japón.
La batalla por la isla de Okinawa empezó cinco días antes cuando cinco divisiones del ejército de los Estados Unidos y dos divisiones de
Marines, con un total de 287.000 soldados empezaron a desembarcar en la isla, situada a tan solo 640 kilómetros de Kyushu, la tercera isla del Japón y cuna de la civilización japonesa.
El objetivo de los norteamericanos era hacerse con los aeródromos que dejaría Japón "a tiro de piedra" de los
bombarderos y serviría de trampolín para la invasión del archipiélago japonés.
Después de encontrar escasa resistencia en las playas, los estadounidenses no podían creer que tuvieran tanta suerte. A diferencia de
los desembarcos anteriores, que fueron
auténticas carnicerías, apenas fueron atacados por fuego de mortero y armas de infantería. Al caer la noche
habían logrado desembarcar cerca de 60.000 efectivos. Pero esto no era más que una nueva táctica de los japoneses. Esperaron a que los soldados norteamericanos avanzaran tierra adentro y entonces les atacarían desde posiciones protegidas y camufladas.
A pesar del apoyo de la artillería de los acorazados,
el avance se hizo muy lento. El retroceso de las tropas japonesas se hizo tremendamente costoso. Los japoneses habían creado una
extensa red de túneles que conectaban multitud de búnkers y puestos avanzados de ametralladoras y cañones anticarro por toda la isla. Debían ser despejados uno por uno para evitar ser atacados por la retaguardia.
La lucha fue brutal y mortalmente lenta.
En la noche del 6 de abril, los japoneses decidieron realizar un
ataque nocturno contra las posiciones estadounidenses. El Alto Mando japonés quería que las fuerzas en la isla mantuvieran su posesión el mayor tiempo posible, sabiendo que si los
aeródromos caían, Japón también lo haría.
Los japoneses lazaron una carga masiva, con los
oficiales blandiendo sus espadas al frente y al grito de "Banzai".
La lucha fue feroz y en muchos casos cuerpo a cuerpo. Esa noche del 6 de abril vio algunos de los combates más feroces de la guerra en el Pacífico.
La carga resultó
un inútil sacrificio de vidas humanas que caían segadas por el fuego de ametralladoras, granadas y morteros.
El mar también fue un terreno de lucha desesperada en una carrera hacia el suicidio del
mayor coloso de la flota japonesa, el acorazado Yamato. Esta auténtica fortaleza flotante ya había quedado en un segundo plano de una guerra naval que la libraban los portaaviones. El 7 de abril el Yamato y su escolta fueron detectados por aviones estadounidenses. Pasado el mediodía
400 aviones atacaron el convoy y tras una segunda oleada el coloso nipón ya estaba herido de muerte. En apenas dos horas una explosión terminó por enviarlo al fondo del mar llevándose consigo a 2055 hombres de una tripulación de 2332, incluido el vicealmirante Ito, comandante de la flota que moría con su barco.
Aun así la campaña por la isla de Okinawa duró hasta el 22 de junio con un coste tremendo. 107.000 soldados japoneses frente a 12.000 estadounidenses, lo que la convirtió en
la más sangrienta para los estadounidenses en la guerra del Pacífico.
Esta fue la primera batalla en la que se capturaron varios miles de soldados del ejército imperial japonés, debido principalmente a que muchos eran tropas indígenas sin el código de honor japonés que establecía que era preferible la muerte que el deshonor de ser hecho prisionero. Entre las tropas japonesas
se encontraban 1.500 alumnos de secundaria que formaron la unidad de Tekketsu Kinnotai (Voluntarios de Sangre y Hierro) y unas 660 alumnas de enfermería para atender a los heridos durante la batalla.
Los que se llevaron la peor parte fueron los civiles, con 100.000 muertos, aunque las cifras son estimativas, pudiendo llegar a las 142.000 según el ejército norteamericano. Estas cifras tal elevadas de civiles se debe a que, en primer lugar,
los mandos militares no permitieron que abandonaran la isla y fueron usados como escudos humanos. También la propaganda japonesa inculcó entre la población la creencia de que los norteamericanos eran unos demonios que los torturarían y violarían a sus mujeres para después matarlos cruelmente. Para evitarlo se les dio granadas para que que se inmolaran las familias -algunos fueron obligados a hacerlo-. Otros
decidieron lanzarse por los acantilados tras lanzar por ellos a sus hijos.
Esas afirmaciones tenían una pequeña parte de verdad ya que algunas cifras calculan que cerca de 190.000 mujeres fueron
violadas por los aliados durante la guerra, aunque para los japoneses era también una práctica habitual en los territorios conquistados y establecían prostíbulos con mujeres de esas zonas ocupadas, las que llamaban
mujeres de confort.
Para saber más:
Eurasia 1945
Historia Bélica
David López Cabia Blog
Libertad Digital
Detectives de la Historia