Los británicos son grandes amantes de las mascotas, pero esta historia tiene un asunto olvidado del pasado, ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante las primeras semanas de la Segunda Guerra Mundial, unos 750.000 perros y gatos murieron en Gran Bretaña. La gente hacía cola para sacrificar a sus mascotas. Clínicas veterinarias y perreras llevaron a cabo un exterminio nunca antes visto.
El sacrificio fue tan considerable que en las clínicas veterinarias se quedaron sin existencias de cloroformo y los médicos tenían que usar corrientes eléctricas para matarlos. El alto número de muertes trajo otro problema añadido: sitio donde enterrar a las mascotas. Todo sucedía en un aparente estado de histeria colectiva ante el miedo de lo que se avecinaba. Organizaciones de caridad animal y asociaciones de veterinarios como la PDSA y la RSPCA se opusieron a esta "masacre".
Preocupados por la escasez de alimentos durante el período previo a la Segunda Guerra Mundial, el gobierno británico formó el Comité Nacional de Precauciones de Incursión Aérea (NARPAC) para decidir qué hacer con las mascotas antes de que estallase la guerra. Ante el riesgo de que los propietarios de mascotas podrían empeorar la situación si alimentan a sus animales editaron un folleto titulado "Consejos para los propietarios de animales".
El folleto que viene con un anuncio para un tipo específico de arma dijo: "Si es posible, envíe o lleve a sus animales domésticos al campo en previsión de una emergencia". "Si no puede dejarlos al cuidado de vecinos, lo más amable es que los sacrifique."
El mensaje fue emitido por la BBC y casi todos los periódicos lo publicaron.
La gente estaba preocupada por la amenaza de los bombardeos y la escasez de alimentos, y consideró inapropiado tener el lujo de una mascota durante la guerra, pero algunos dueños de mascotas vieron la posibilidad de salvar sus perros al solicitar que se unieran al ejército. aunque no fue hasta 1942, cuando el gobierno británico decidió reclutar a un ejército de 6.000 perros prestados por sus familias durante el tiempo que durase la guerra. Muchos no regresaron a casa.
Y no sólo las mascotas fueron las que pagaron por la escasez de alimentos, todos los animales del zoológico de Londres fueron sacrificados, desde las arañas de la viuda negra hasta los cachorros de león, todos alineados para ser exterminados.
Todo esto comenzó cuando aún ni había racionamiento ni habían comenzado los bombardeos del Blitz, que no llegaron hasta casi un año después, en el verano de 1940. En ese momento algunos dueños se apresuraron a sacrificar a sus animales, aunque ya en la primavera de 1940, muchos británicos se arrepintieron de sacrificar a sus queridos animales. Finalmente, las mascotas que sobrevivieron no tuvieron tantos problemas, ni crearon más a sus dueños, que hacían tanto la cola para sus alimentos como para la de sus mascotas.
El el caso de los gatos, el gobierno estimó que cerca de 80 millones de litros de leche fueron a parar a los comederos. Pero en su defecto se valoraba el aporte que hicieron los felinos en la lucha contra ratas y ratones.
El caso de los perros, tiene mayor importancia pues se demostró su utilidad en la búsqueda de las victimas entre los escombros, a causa de los bombardeos. Como el caso del perro que pasó doce horas escarbando para salvar a su familia, aunque tristemente los halló muertos.
En la posguerra el problema con las mascotas se hizo acuciante y en 1947 se tuvieron que sacrificar más de quince mil perros, por falta de alimentos e instalaciones donde acogerlos.
Hay un monumento conmemorativo en el Hyde Park de Londres para honrar a las mascotas que murieron por causa de la guerra. El monumento tiene dos inscripciones. la primera reza: "Este monumento está dedicado a todos los animales que sirvieron y murieron junto a las fuerzas británicas y aliadas en guerras y campañas a lo largo del tiempo". "No tenían opción".
Para saber más:
The great cat and dog massacre, de Hilda Kean
ABC
The Vintage News
New York Times
The Atlantic
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