domingo, 24 de octubre de 2021

Gunner, el perro radar

A las 10 de la mañana del 19 de febrero de 1942, 242 aviones japoneses dejaron caer sus bombas sobre la ciudad australiana de Darwin. Tras el ataque, que se llegó a conocer como el Pearl Harbor australiano, tocaba buscar supervivientes entre los escombros y hacer recuento de bajas.

Entre las ruinas apareció un pequeño Kelpie, un perro pastor australiano, con una pata rota que inmediatamente fue adoptado por el aviador Percy Wescott. Wescott lo llevó al médico del ejército, pero el doctor le informó de que no podría tratarle ya que no era miembro del ejército y no tenía ni nombre ni número de serie. Wescott decidió llamarle "Gunner" (Artillero) y darle el número 0000 para que lo atendieran.

Gunner, el perro radarA partir de entonces, Westcott y Gunner se hicieron inseparables. Gunner estaba mal parado después del bombardeo, pero con unos pocos meses de edad respondió rápidamente a los cuidados de su amigo humano.

Una semana más tarde, Gunner demostró por primera vez unas cualidades auditivas notables. Mientras los hombres estaban trabajando en el campo de aviación, Gunner se puso muy nervioso y comenzó a gemir y saltar. Muy poco después, una oleada de bombarderos japoneses aparecieron sobre el cielo de Darwin y comenzaron a bombardear y ametrallar nuevamente la ciudad.

Apenas dos días después, Gunner volvió a gemir y saltar de nuevo y volvió otro ataque aéreo. El comportamiento del can estableció un patrón para los meses siguientes. Mucho antes de que sonaran las sirenas, Gunner se agitaba y gemía avisando del inminente ataque enemigo. Desde febrero de 1942 hasta noviembre de 1943, hubo más de 60 ataques aéreos contra Darwin.

La capacidad auditiva de Gunner era tan fina que era capaz de advertir de los aviones japoneses que se aproximaban hasta 20 minutos antes de su llegada, incluso antes de que se  aparecieran en el radar. Curiosamente, Gunner nunca se alteraba al oír a los aviones aliados despegar o aterrizar; sólo se ponía nervioso cuando oía los aviones enemigos, apareciendo entre los sonidos de aviones aliados y enemigos. Llegó a ser tan fiable que el jefe del mando aéreo de la ciudad dio la orden de que sonara la sirena de ataque aéreo siempre que Gunner se alterase sin motivo aparente. 

Gunner, el perro radar, se convirtió en una parte tan importante de la RAAF (fuerza aérea australiana) que dormía bajo la litera de Westcott, se bañaba con los soldados en el bloque de duchas y se subió con los pilotos durante la práctica de despegue y aterrizajes

Westcott fue trasladado a Melbourne 18 meses más tarde pero Gunner se quedó en Darwin, al cuidado de la carnicería de la RAAF. A partir de ahí se pierde la pista del destino de Gunner, el perro radar.

Para saber más:

domingo, 17 de octubre de 2021

Historia de una imagen: Czesława Kwoka, prisionero número 26947

Para los nazis tan solo era el prisionero número 26947, pero su nombre era Czesława Kwoka. Czesława nació en Wólka Złojecka, un pequeño pueblo en Polonia, de madre católica y padre judío. Junto con su madre (prisionero número 26946), Czesława Kwoka fue deportada desde Zamość, Polonia, al campo de concentración de Auschwitz, el 13 de diciembre de 1942.

El 12 de marzo de 1943, menos de un mes después de la muerte de su madre, Czesława murió con tan solo 14 años. Las circunstancias de su muerte no están claras, aunque se cree que fue asesinada con una inyección de fenol en el corazón. Czesława Kwoka fue una de los aproximadamente 230.000 niños y jóvenes víctimas menores de 18 años que fueron deportados a Auschwitz-Birkenau entre 1940 y 1945.

Poco después de su llegada a Auschwitz fue fotografiada para los registros del campo de concentración. Como ella, se identificaron entre 40.000 y 50.000 sujetos con estas "fotos de identidad" tomadas bajo coacción en Auschwitz-Birkenau por el joven polaco Wilhelm Brasse (prisionero número 3444). en tres poses: de frente con la cabeza tapada y destapada y la tercera de lado con el número que le era asignado. En su uniforme a rayas lleva su número de identificación y un triángulo invertido de color rojo, que la identifica dentro del grupo de los politische gefangene (presos políticos) por el hecho de ser católica.                           

Formado como fotógrafo de retratos en el estudio de su tía antes de la Segunda Guerra Mundial, Brasse y otros prisioneros habían recibido la orden de fotografiar a los reclusos por parte de las SS. Si se negaban a cumplir esa tares era muy probable que se enfrentaran a la muerte inminente.

prisionero número 26947
Entre las decenas de miles de personas que fotografió, Brasse recordaba a Czeslawa Kwoka en el documental de 2005 "El fotógrafo de Auschwitz", de Irek Dobrowolski:
Era tan joven y tan niña. Estaba tan aterrorizada. La niña no entendía por qué estaba allí... A veces los números se decían en alemán. No podía entender lo que le estaban diciendo, así que aquella kapo cogió un palo y le golpeó en la cara. Aquella alemana descargaba su ira sobre la chica. Una cría tan hermosa, tan inocente... Lloró, pero no podía hacer nada. Sentí que me había golpeado a mi mismo, pero no pude interferir. Hubiera sido una interferencia fatal. No podías decir nada.
Czeslawa secó sus lágrimas y la sangre bajo su labio, que se puede apreciar perfectamente en la fotografía, y posó para Brasse.


Ante la proximidad de las tropas aliadas al campo se le ordenó destruir todas las fotografías y sus negativos pero Brasse, con la ayuda de otro preso, Bronislaw Jureczek, que se ocupaba del revelado, logró ocultar cientos de ellas, al igual que hizo el también fotógrafo Francesc Boix ayudado por sus compañeros en el campo de Mauthausen.

Tales actos de coraje como los de Brasse y sus colegas permitieron que muchos, como Czesława Kwoka, no fueran olvidados y tratados como meras estadísticas burocráticas, sino que fueran recordados como lo que son: seres humanos.
Las fotos de Czesława Kwoka, así como las de otros cientos de prisioneros se encuentran en el bloque 6 del Museo de Auschwitz-Birkenau.

Para saber más:
El País
Vivir Diario
Hombre que pelea de tejado
Poland Current Events
Vanilla Magazine
Find a Grave

domingo, 10 de octubre de 2021

Las Chapas de Identificación en la Segunda Guerra Mundial

Las chapas de identificación, conocidas coloquialmente como Dog Tags por su similitud a las usadas en los collares de los perros, son utilizadas por prácticamente todos los ejércitos del mundo aunque su diseño y los datos incluidos difieren de unos países a otros. Ya en la antigua Roma los soldados de las legiones ya llevaban una. Era el "signaculum", una medalla de metal en plomo o bronce en la que se grababa el nombre del legionario y la legión a la que pertenecía. En el Imperio tardío se sustituyó por un tatuaje.

Las Chapas de Identificación en la Segunda Guerra Mundial
Modelo alemán
Durante la Segunda Guerra Mundial, no todos los países las usaron y estas eran muy diferentes, aunque la finalidad fuera la misma: identificar al soldado caído en combate.

En Alemania se utilizaban las Erkennungsmarken, llamadas por los soldados Hundemarke, que iban colgadas por un cordón al cuello del soldado. Esta placa, fabricada en aluminio o zinc, de forma ovalada contenía la información básica del soldado consistente en la unidad, un número, y en ocasiones el grupo sanguíneo, pero no el nombre. La placa tenía en el centro unas ranuras para que pudiera romperse por la mitad, de tal modo que la parte superior quedaba en el cuerpo del soldado caído, mientras la mitad inferior se recogía para registrar su muerte. Estas placas fueron utilizadas desde 1918 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En la foto se puede ver la chapa con el nombre de la unidad (SS Dirlewanger) y el número correspondiente al soldado. Esta se encuentra en el Museo del Alzamiento de Varsovia (Varsovia).

Las Chapas de Identificación en la Segunda Guerra Mundial
Chapas polacas halladas en las fosas de Katyn
Como las chapas carecían del nombre del soldado, cada unidad disponía de una lista de sus miembros y su placa de identificación. Estas listas, conocidas como “Erkennungsmarkenverzeichnis”, se actualizaban cada mes y se enviaba una copia a Berlín.

Los alemanes también crearon unas erkennungsmarken para identificar a prisioneros de guerra internados en los Stammlager (Stalag) además de las que portaban los "Auxiliares voluntarios" o Hiwis, de Europa del Este que sirvieron en sus filas. 

El Ejército francés adoptó un sistema similar al alemán de chapas divisibles, pero en este caso se incluía el nombre y apellido del soldado y su número se identificación por una de las caras y por la otra su procedencia. La placa se colgaba al cuello por un cordón o una cadena. Muy similares a estas eran la utilizadas por el ejército polaco. Las de las fotos se encuentran en el Museo Katyn (Varsovia)

Las Chapas de Identificación en la Segunda Guerra Mundial
Modelo de oficial de la Royal Air Force Volunteer Reserve
Los británicos identificaban a sus soldados con unas chapas realizadas con una fibra prensada. Una de forma octagonal en un color gris verdoso y otra redonda de color rojo. Algunas unidades del ejército portaban un segundo disco rojo que se guardaba en la funda de la máscara de gas. Las chapas eran estampadas a mano con el apellido y las iniciales del portador, número de servicio, si era oficial y si pertenecía a la fuerza aérea incluía las siglas RAF (Royal Air Force). En la parte posterior de la chapa verdosa, que se quedaba en el cuerpo del soldado caído, se colocaba la inscripción "Do Not Remove" (no retirar). Este mismo sistema fue utilizado por Canadá, Australia y Nueva Zelanda, países miembros de la Commonwealth.

Junto a las Erkennungsmarken alemanas, las chapas más conocidas son las utilizadas por el ejército de los Estaos Unidos y eran las que aportaban más datos sobre el soldado al disponer de hasta cinco líneas con dieciocho espacios para incluir información.

Las Chapas de Identificación en la Segunda Guerra Mundial
Chapas estadounidenses
La identificación utilizada por los estadounidenses constaba de dos chapas metálicas de acero inoxidable o latón idénticas, una con una cadena larga y otra con una cadena más corta que es la que sería retirada del soldado caído. En las chapas se colocaban una serie de datos mediante estampación. Los datos incluidos en las mismas fueron variando en diferentes periodos de la guerra mundial, pero básicamente incluían el nombre del soldado, segunda inicial, apellido, número de serie del ejército, año de vacunación contra el tétanos y grupo sanguíneo. Hasta julio de 1943 se incluía, además, el nombre del pariente más cercano y su dirección, así como la religión del soldado que las portaba. 

Para saber más:
A Short History of Identification Tags, del Captain Richard W. Wooley
Wehrmacht Info
The World War Two Tommy
Strictly-G.I.
Popular Science
Todo Colección
Zheit

domingo, 3 de octubre de 2021

La locura de lanzar mulas en paracaídas

Los aliados, antes de lanzar el gran desembarco de Normandía, decidieron iniciar la invasión de Europa a través de Italia, aliada de Alemania, en mayo de 1943 pues ya tenían controlado el norte de África. El lugar elegido para comenzar la invasión fue Sicilia. Controlando la isla pretendían resguardar su retaguardia antes de salto a la península Itálica. 

La locura de lanzar mulas en paracaídas
La complicada orografía de la isla italiana era un contratiempo ya que dificultaría los movimientos de las tropas. El problema recaía principalmente en la 82ª división aerotransportada norteamericana. Como realizarían en Normandía, debían saltar tras las líneas enemigas antes del desembarco anfibio, pero no se podían utilizar planeadores que tan eficaces resultarían en el asalto a Francia y durante la malograda Operación Market-Garden.

Sin medios móviles los paracaidistas no se podrían desplazar con efectividad por aquel terreno pedregoso y reseco. Y para ello necesitaban un elemento de transporte muy importante: las mulas. Para solucionar ese problema, un "iluminado" aportó una solución: embarcar las mulas en los aviones para lanzarlas en paracaídas cargadas con el equipo necesario para las operaciones paracaidistas. 

Una operación de esta índole jamás se había realizado y el encargado de desarrollarlas fue el mayor Mark Alexander, que aunque era muy escéptico sobre la viabilidad de esa idea, la llevó a cabo. Para esta operación se fabricaron paracaídas especiales para los animales, con materiales más resistentes y arneses adaptados. Tras conseguir mulas y equiparlas, estas fueron embarcadas en aviones de transporte C-47 como los que usarían los paracaidistas. Pero ya desde el comienzo la operación se complicó. DEbido al carácter testarudo de las mulas no querían entrar en los aviones y a pesar de que se les vendó los ojos, los pobres animales estaban muy nerviosos.

La locura de lanzar mulas en paracaídas
A la complicación del embarque de los animales se sumó el vuelo. Según el avión iba cogiendo altura, el nerviosismo de los animales hizo que la estabilidad del aparato se pusiese en peligro debido al continuo movimiento de los intranquilos animales de carga.

Cuando el avión alcanzó la altura de salto los nerviosos paracaidistas equinos fueron lanzados. Como cabría esperar, el resultado fue desastroso. Cuando los soldados llegaron al pedregoso erial de la zona de lanzamiento, descubrieron que la mayor parte de las mulas se habían roto las patas. Tuvieron que sacrificarlas. Este primer lanzamiento aerotransportado de mulas fue en Oujda, en el norte de Marruecos donde el terreno era muy similar al que se encontrarían en Sicilia.

La locura de lanzar mulas en paracaídas
El desafortunado ejemplo de Oujda, hizo que el plan de lanzar mulas en paracaídas fuera definitivamente cancelado y se continuó con la Operación Husky, la conquista de Sicilia, sin las mulas paracaidistas. Cuando las tropas ya estaban en tierra (los servicios de inteligencia del ejército estadounidense no lo tuvieron en cuenta) descubrieron que los sicilianos, que tenían que lidiar en su día a día con su orografía y malas comunicaciones, utilizaban desde generaciones las mulas, por lo que un importante número de ellas fueron adquiridas por los aliados a los lugareños, a las que se sumaron varios centenares que desembarcaron en las playas. 

Tras la Operación Husky los aliados saltaron a la península italiana tiempo después. A pesar de la superioridad de medios aliados, los alemanes continuaron luchando hasta el final de la guerra sobre suelo italiano

Para saber más:
Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Hernández 
Los Animales y la Guerra, de Gonzalo Lorén Garay 
Adabsurdum