Autor invitado: Gustavo Adolfo Ordoño
Más de un millón de soldados alemanes cruzaban el 1 de septiembre de 1939 la frontera con Polonia. Cuarenta y ocho horas después, el 3 de septiembre, Francia y Gran Bretaña declaraban la guerra a Alemania. Es la fecha hito para dar por comenzada la Segunda Guerra Mundial en los libros de historia. Sin embargo, para millones de personas que vivieron esa fecha en Londres y París, todavía no era más que el otoño que precede al invierno navideño.
Las noticias bélicas de esos tres primeros meses del conflicto se limitaron a los logros de la Wehrmacht en su exitosa «invasión relámpago» de Polonia. También se atendió a las informaciones preocupantes del ataque soviético a Finlandia en noviembre. Pero el resto de los movimientos bélicos no inquietaban. El Ejército francés se atrincheró en la Línea Maginot y los germanos se posicionaron en su Línea Sigfrido. Era la "calma tensa" antes de la tormenta.Se procuró en las dos capitales de las potencias aliadas aparentar un ambiente de tranquilidad, con la preparación de unas Navidades en "normalidad". Era lógico que en París se viviera con mayor preocupación los movimientos alemanes. En la anterior guerra mundial, la capital francesa había estado seriamente amenazada. El Ejército alemán estuvo a las puertas de París en la llamada primera batalla del Marne, en septiembre de 1914. Pero una vez que pasó el miedo inicial a los bombardeos de la Luftwaffe, que no se dieron en esos primeros meses, el optimismo y las ganas de festejar predominaron en los parisinos de la Navidad de 1939. No fue un diciembre muy frío y las terrazas de los cafés de París tuvieron su animada y habitual clientela esas Navidades. Incluso la famosa noche parisina de espectáculos de cabaret aumentó su oferta en Navidad.
En realidad, eran los gobiernos francés y británico los que mostraban más señales de angustia ante la situación bélica que los propios ciudadanos. Desde el gobierno de París se hicieron constantes llamamientos a los ciudadanos para que se enviasen regalos de Navidad a los soldados movilizados. Aumentar el patriotismo, porque temía que los civiles se despreocuparan demasiado en esas fiestas del conflicto y se olvidasen de los militares. La verdad es que los parisinos, teniendo una premonición de la llegada de malos tiempos, disfrutaron esa Navidad de su ciudad como si fuera la última a celebrar... y, desde luego, acertaron al sufrir la invasión nazi de su país en junio de 1940.Curiosamente, Londres estaría más angustiada con los posibles ataques alemanes y le costó más despreocuparse para celebrar unas "Navidades normales" en 1939 que a la Ciudad de la Luz. En todo momento se estuvo alerta ante los temidos bombardeos de la Luftwaffe. Ni el pasar de las semanas sin movimientos aéreos preocupantes, sólo con noticias de esporádicas batallas navales, tranquilizó a los regidores de Londres. Se organizó, desde el mismo septiembre, una evacuación masiva de niñas y niños londinenses, mandados a la campiña inglesa para salvarlos de los bombardeos nazis. En diciembre de 1939 se alcanzó la cifra de 850.000 niños evacuados. Fueron enviados con familias de acogida a la Inglaterra rural, mientras sus padres se quedaban en la "defensa de Londres".
A pesar de medidas tan estrictas como esa, que separaba a las familias en plenas Navidades, el ambiente optimista y festivo de Navidad se forzó en la gran ciudad como una manera de insuflar ánimos. Resultaba complicado preparar las fiestas por detalles como el obligado apagón de luces, hasta de los faros de los coches, como norma contra los posibles bombardeos nocturnos. Ir de compras en las noches navideñas, con los escaparates apagados, sin farolas y los vehículos sin luces, aumentó los atropellos de viandantes. Al final se tuvo que dejar el uso de tenues linternas, porque las tiendas todavía estaban repletas de suministros y la Navidad es época de consumir.En efecto, los almacenes estuvieron más llenos que nunca esas Navidades. Parece que el anuncio del gobierno británico de empezar con el racionamiento a partir de 1940, animó a los londinenses a disfrutar todo lo posible de esas Fiestas Navideñas. Ese «disfrute al máximo» no solamente se daría en los hogares, se vio un incremento de fiestas y de reservas para celebraciones navideñas en los restaurantes y hoteles más lujosos de Londres. Unos hoteles como el Savoy o el Ritz, que tuvieron aforos completos en las comidas y cenas de aquellas fiestas. Unos lugares, como muchas de las casas de los londinenses, que pronto serían objetivo de esos temidos y aún no llegados bombardeos de la Luftwaffe.
Gustavo Adolfo Ordoño es historiador y periodista. Es el autor del blog Pax Augusta: "La única web sobre civilización y barbarie".