Theodor Morell, que tenía una clínica en Berlín, aprovechó el ascenso del partido Nacionalsocialista (NSDAP) para afiliarse y llegar hasta el mismísimo Führer, Adolf Hitler.
Hitler, además del Parkinson, padecía del estómago. La dolencia le producía calambres intestinales y continuas flatulencias (posiblemente causadas por su dieta vegetariana). Morell, con unas técnicas poco ortodoxas para la medicina de le época, le trató con un compuesto que contenía bacterias intestinales (Escherichia coli), conocido como Mutaflor y que aún se comercializa. El Führer se curó de estas dolencias y a partir de ese momento Morell se convirtió en su médico personal, lo que le dio mucho poder y granjeó numerosas enemistades entre la élite nazi, que le consideraba un charlatán. La amante, y el último día de Hitler, su esposa; Eva Braun se quejaba de lo desagradable que era y en especial de su poca higiene personal. Hitler también fue tratado por el doctor Karl Brandt (que dirigió la administración del programa de eutanasia nazi) hasta que apareció Morell.
Su situación de poder le lleva a apoderarse de diversas farmacéuticas de los países ocupados para vender en Alemania, desde vitaminas hasta antipiojos.
Las extravagantes prácticas médicas de Morell iban desde administrarle barbitúricos usados en veterinaria, como el Pentobarbital, para calmarle la ansiedad, hasta técnicas como el sangrado con sanguijuelas, muy común hasta bien entrado el siglo XIX. Morell ponía tantas inyecciones a Hitler, que el propio Göring lo llamaba "Canciller Aguja" o "Ministro Inyector". Y eso que el jefe de la Luftwaffe era un aficionado a las drogas.
Hacia el final de la guerra, y tras el fallido atentado de la Guarida del Lobo perpetrado por el coronel Claus von Stauffenberg, el deterioro de Hitler va en aumento y con él, el número de drogas y medicamentos. Durante el conflicto llegó a tomar 74 fármacos distintos, como Eukodal, un opiáceo similar a la heroína, o el Pervitín que tomaban sus tropas para rendir al máximo en la Blitzkrieg. También tomaba cocaína en gotas, para los ojos. El más extravagante era el extracto de semen de toro, con alto contenido en testosterona.
Hitler se convirtió totalmente en dependiente de Morell y creía ciegamente en él. Tanto es así que cuando miembros del circulo de Hitler quisieron acabar con Morell al descubrir que le estaba administrando estricnina, que se usa como pesticida para matar pequeños animales, Morell adujo que era parte de un preparado contra las flatulencias. Hitler no dudó en creer en su versión desautorizando a los acusadores. Al parecer, Morell jamás le dijo a Hitler qué era lo que realmente le estaba administrando, afirmando que solo eran vitaminas e ingredientes naturales.
En sus diarios médicos Morell anotó, además de los comentados, los siguientes productos administrados a Hitler:
Bromato de Potasio, Nux Vomica, Atropina, Tartrato de Oxedrina, Manzanilla, Profenazona, Cafeína,
Belladona, Dihidroxicodeína, Sulfinamida, Proteínas y lípidos derivados de tejidos y grasas animales.
Cuando Berlín está cercado por la tropas del ejercito rojo, Morell huye del búnker, tras ser despedido por Hitler y el 22 de abril de 1945 sube a bordo de uno de los últimos aviones que salen de la capital del III Reich antes de su caída.
Capturado por los estadounidenses en julio de 1945 fue confinado en el antiguo campo de concentración de Buchenwald, reconvertido en un campo de prisioneros alemanes. Pese a pertenecer al circulo intimo de Hitler, nunca fue acusado de ningún crimen. Tras sufrir un ictus, murió el 26 de mayo de 1948 con 61 años.
Hitler: Leyenda, mito, realidad, de Werner Maser
El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich, de Norman Ohler
The Secret Diaries of Hitler's Doctor, de David Irving
ABC
El Español
El Monárquico
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