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domingo, 22 de mayo de 2022

Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas.

Nombrado al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Primer Lord del Almirantazgo, Winston Churchill tuvo un carácter resolutivo ante el ataque de la URSS a Finlandia y decide enviar una fuerza que controle los puertos suecos y noruegos, pero Hitler se adelanta e invade ambos países. Churchill decide contraatacar con una flotilla a los puertos noruegos, sin éxito. Este fracaso le cuesta caro al Primer Ministro Neville Chamberlaín, que dimite. El el rey Jorge VI nombra entonces Primer Ministro a Churchill y le encarga formar un Gobierno de concentración nacional ante la fracasada Política de Apaciguamiento. El 11 de mayo de 1940 el gobierno queda formado.

Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas.
Dos días después, en la Cámara de los Comunes se dirige a todo los británicos en un "enérgico y sombrío discurso" en el que deja clara la importancia del papel que Reino Unido debía asumir en la guerra, en la que, como se mostraría ese mismo mes en la derrota de Francia y la retirada de Dunkerque, se encontraban prácticamente solos ante la máquina de guerra del III Reich.

En ese discurso, emitido por la cadena de radio pública BBC, Churchill se reafirma en el espíritu inquebrantable del Reino Unido y apela a la lucha de la nación en una guerra no exenta de sacrificio y sufrimiento. Este primer discurso como Primer Ministro puede ser considerado como el que inició un nuevo tiempo en la política internacional y el que comenzó a inclinar la balanza en favor de los aliados, gracias al liderazgo de Chuchill.


El pasado viernes por la tarde recibí de Su Majestad la misión de formar un nuevo Gobierno. Era la voluntad evidente del Parlamento y la nación que ello pudiera concebirse sobre la base más amplia posible y que incluyera a todos los partidos.
Ya he completado la parte más importante de esa tarea. Se ha formado un gabinete de guerra de cinco miembros que representa, con el laborismo, la oposición y los liberales, la unidad de la nación.
Resultaba necesario que ello se hiciera en un día en razón de la extrema urgencia y el rigor de los acontecimientos. Otros puestos clave se ocuparon ayer. Voy a someter una nueva lista al Rey esta noche. Espero completar el nombramiento de los principales ministros a lo largo del día de mañana.
El nombramiento de otros ministros suele durar un poco más. Confío en que cuando el Parlamento se reúna de nuevo esta parte de mi tarea se haya completado y que el gobierno quede completo en todos los aspectos.
He considerado que era de interés público que el presidente de la Cámara sea convocado hoy. Al final de la sesión de hoy, se propondrá suspender las sesiones de la Cámara hasta el 21 de mayo con posibilidad de volver a reunirse en caso de necesidad. Los temas que tratar en dicha ocasión se notificarán cuanto antes a los miembros del Parlamento.
Invito ahora a la Cámara a manifestar por medio de una resolución su aprobación de los pasos emprendidos y declarar su confianza en el nuevo gobierno. La resolución: ‘Esta Cámara saluda la formación de un gobierno que representa la determinación unida e inflexible de la nación de continuar la guerra contra Alemania hasta alcanzar una conclusión victoriosa’.
La formación de un gobierno de esta escala y complejidad es una empresa seria en sí misma. Sin embargo, estamos en la fase preliminar de una de las mayores batallas de la historia. Nos encontramos en acción en muchos otros lugares –en Noruega y en Holanda– y tenemos que estar preparados en el Mediterráneo. La batalla aérea continúa y en el ámbito nacional deben hacerse todavía muchos preparativos.
En esta crisis creo que se me perdonará que no me dirija hoy extensamente a esta Cámara, y espero que cualquiera de mis amigos y colegas o antiguos colegas afectados por la reconstrucción política sean indulgentes con la falta de ceremonia con que ha sido necesario actuar.
Digo a la Cámara como he dicho a los ministros que se han unido a este gobierno: no puedo ofrecer otra cosa más que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. Tenemos ante nosotros una prueba de la especie más dolorosa. Tenemos ante nosotros muchos, muchos meses de lucha y sufrimiento.
Me preguntan: ¿Cuál es nuestra política? Respondo que es librar la guerra por tierra, mar y aire. La guerra con toda nuestra voluntad y toda la fuerza que Dios nos ha dado, y librar la guerra contra una monstruosa tiranía sin igual en el oscuro y lamentable catálogo del crimen humano. Ésta es nuestra política.
Me preguntan: ¿Cuál es nuestro objetivo? Puedo contestar con una palabra. Es la victoria. La victoria a toda costa, la victoria a pesar de todos los terrores, la victoria, por largo y duro que pueda ser el camino, porque sin victoria no hay supervivencia.
Téngase por seguro. No hay supervivencia para el imperio británico, no hay supervivencia para todo aquello que ha representado el imperio británico, no hay supervivencia para el estímulo, el impulso de las épocas, que la humanidad debe avanzar hacia su objetivo. Emprendo mi tarea con optimismo y esperanza. Estoy seguro de que nuestra causa no sufrirá el fracaso entre los hombres.
Me considero con derecho en esta coyuntura, en este momento, a reclamar la ayuda de todos y decir: "Vamos, avancemos juntos con nuestra fuerza".
Las míticas palabras sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas suelen ser generalmente citadas tan solo como "sangre, sudor y lágrimas" ya que el mismo Churchill lo repitió en diferentes ocasiones y con diferentes variaciones durante la guerra.

Sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas.
Lo cierto es que, la expresión no es del todo original de Churchill. Citas muy parecidas aparecen en un poema de Lord Byron llamado The Age of Bronze o en un discurso que dió Theodore Roosevelt en el Colegio de Guerra Naval cuando era subsecretario de marina.
El primer personaje histórico que realmente pronunció esas palabras fue Giuseppe Garibaldi en el parlamento de la República Romana durante la unificación italiana de 1849 y en los mismos términos que Churchill.

Para saber más:
Sangre, sudor y lágrimas: Churchill y el discurso que ganó una guerra, de John Lukacs
Chuchill, de Andrew Roberts
Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Hernández
Internationa Churchill Society
La Vanguardia
ABC
Arcadia
La Stampa

1 comentario:

  1. De Churchill lo que me agrada es el pleito que llegó a tener con Lady Astor.

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