La operación fue orquestada por Joseph Goebbels y Reinhard Heydrich, que enviaron ordenes a las unidades del SD (Servicio de Seguridad) de una intervención inmediata contra los judíos pocos minutos antes de la medianoche del 9 de noviembre de 1938. Durante dos días y dos noches, los nazis quemaron o destruyeron casi todas las sinagogas y destruyeron alrededor de 7.500 tiendas y negocios. Asesinaron a 91 personas (algunas fuentes estiman que fueron unos 400) y se destrozaron un importante número de viviendas, escuelas y hospitales, todos judíos. Fueron arrestados 30.000 judíos y enviados a los campos de concentración de Dachau, Buchenwald y Sachenhausen. La escusa para llevar a cabo la Noche de los Cristales Rotos fue el asesinato en París del secretario de la embajada alemana, Ernst von Rath, perpetrado por el refugiado judío Herschel Grynszpan. Detenido por la Gestapo, fue declarado muerto en 1960. Posiblemente murió asesinado en la cárcel de Magdeburgo entre 1943 y 1945.
Desde mucho antes de la llegada al poder de Hitler en 1933, las ideas antisemitas habían estado muy presentes en el partido nacionalsocialista aunque Hitler las moderó inteligentemente antes de las elecciones para poder sumar más votos. Ya en el poder, se pusieron en marcha, sin reservas ni subterfugios, el antisemitismo nazi. Las SS (Schutzstaffel) empezaron a perseguir a los judíos; solo el el primer mes fueron asesinados cuarenta judíos. Debido a esta presión sobre los judíos aumentaron las salidas de judíos de Alemania. Las leyes de Núremberg que se aprobaron en septiembre de 1935 sirvieron como soporte legal para la discriminación y persecución de los judíos. Les prohibían tener cualquier cargo oficial o a llevar siempre a la vista la estrella de David, entre otras prohibiciones.
Durante los actos de destrucción la policia local y los bomberos se quedaron inmóviles, sin intervenir salvo en casos muy aislados y meramente testimoniales. El estado no ofreció ninguna compensación a los afectados. De hecho, se les prohibió hacer ninguna reclamación a las compañías aseguradoras y se impuso a la comunidad judía una multa de mil millones de reichmarks, además de la obligación de limpiar y reparar los destrozos. A partir de ese momento la discriminación de los judíos aumentó exponencialmente. Los negocios no podían reabrir si no eran administrados por no judíos y a los judíos se les impuso el toque de queda, que limitaba sus movimientos en determinadas horas del día.
Los actos llevados a cabo por las SA (Sturmabteilung), las SS y las Juventudes Hitlerianas, durante la Kristallnacht fueron tan brutales que las noticias dieron la vuelta al mundo, provocando la condena de casi todas las naciones. Estados Unidos intentó aprobar una ley que repoblara Alaska con un cuarto de millón de refugiados judíos, pero nunca llegó a realizarse.
La propaganda nazi lo presentó como una reacción espontánea de la población civil. Precisamente el diario neoyorquino The New York Times llegó a publicar que el mismísimo instigador, Goebbels, trató de detener los ataques a los judíos. Hermann Goering culpó de la noche de los cristales rotos a los delitos cometidos por los judíos en el pasado. Ya advirtió de lo que llegarían a pasar los judíos cuando dijo: "No me gustaría ser judío en Alemania".
Las Leyes de Núremberg, al igual que la Kristallnacht se pueden considerar como el principio de la Solución Final y el Holocausto.
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