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domingo, 25 de agosto de 2024

34 días a la deriva

Este periplo de más de un mes comenzó un 14 de enero de 1942, cuando los tripulantes de un avión torpedero Douglas TBD Devastator, perteneciente al portaviones Enterprise, se encontraron perdidos y solos en mitad del océano tras realizar una misión. Los tres desafortunados aviadores eran el Mayor Harold Dixon, piloto, el operador de radio Gene D. Aldrich y el bombardero Anthony J. Pastula. 

34 días a la deriva
Un error fatal de la brújula del aeroplano les había dejado sin la posibilidad de conocer por qué zona del océano Pacífico estaban volando. Bajo ellos se encontraba un océano que parecía no tener fin. Intentaron por todos los medios avistar en la inmensidad del agua algo que les ayudara a volver. Lo inevitable tenía que pasar: el combustible se acabó y Dixon se vio obligado a realizar un amerizaje. Por suerte nadie resultó herido y comenzaron a prepararse para lo que podría venir. Pero como las desgracias nunca vienen solas, empezaron las complicaciones. Cuando se disponían a inflar el bote salvavidas, la bombona con el CO₂ no funcionó y se vieron obligados a hincharlo a pulmón. Mientras se afanaban en esa dura tarea, el avión se hundió. Los tres aviadores se encontraban en un bote a medio hinchar de 1,2 por 2,4 metros, sin comida, ni agua y con unas pocas herramientas. Por la imaginación de ninguno se paseó la eventualidad de pasar los próximos 34 días en esa diminuta barca hinchable, a merced del capricho de las olas y con un sol de justicia.

Para lograr sobrevivir cazaron algún ave que se llegó a posar en el bote, un pobre pez que se les acercó y varios cocos que flotaban a la deriva. La escasez de agua potable  la solucionaron al poder recoger el vital líquido que les otorgó la lluvia. 

34 días a la deriva
Al llegar la octava jornada, se despertaron rodeados de un grupo de tiburones. Guiado por el instinto de supervivencia, Aldrich acuchilló a uno de ellos. Esto le sirvió para seguir alimentándose. Incluso pudieron comerse algunos pequeños peces que encontraron en su estómago. A partir del día 28, su suerte para hallar alimento cambió y estuvieron sin nada hasta el 19 de febrero.

Por fin, tras de un largo viaje de 1.200 millas, Harold, Gene y Anthony arribaron a la costa la isla de Pukapuka, antes llamada Isla Peligro, al norte de las Islas Cook, gracias a los vientos de un ciclón que los había zarandeado durante un par de jornadas. Acurrucados en una choza, fueron encontrados por un lugareño que les dio cocos para beber antes de partir en busca de ayuda. Finalmente, fueron recogidos por un hidroavión del dragaminas Swan.

Por su esfuerzo por mantener con vida a sus compañeros, el mayor Dixon recibió la Cruz de la Marina, por “un heroísmo extremo, una determinación excepcional, ingenio, destreza en la marinería, excelente juicio y la más alta calidad dentro del liderazgo”. Sus compañeros Pastula y Aldrich recibieron sendas condecoraciones presidenciales “por su extraordinario coraje, fortaleza, fortaleza de carácter y resistencia excepcional”.

La historia de estos tres aviadores aparece en la novela The Raft (La balsa) de Robert Trumbull, publicada en 1942, y convertida en una película titulada Against the Sun (Perdidos en el Pacífico) de 2014. Curiosamente, la balsa salvavidas se puede ver en el Museo Nacional de Aviación Naval de Florida.


domingo, 11 de agosto de 2024

La bufanda de Rommel

En 1912, cuando Erwin Rommel era solo un teniente destinado en el 124.º Regimiento de Infantería en Weingarten, conoció a una joven vendedora de frutas llamada Walburga Stemmer, con quien tuvo un romance. De este romance nació al año siguiente una niña a la que llamaron Gertrud. Pero todo no era felicidad para la pareja. Rommel estaba comprometido con Lucie María Mollin, que se encontraba estudiando en Danzig. 

La bufanda de Rommel
Rommel amaba a Walburga, pero se vio obligado a romper la relación debido a la insistencia de su madre, que consideraba que una frutera no era una esposa digna de un oficial alemán. Pero a pesar de la separación forzosa, Rommel mantuvo el contacto y ayudó económicamente a Walburga y a Gertrud, a quien siempre le mostró un paternal y sincero cariño. Poco después del estallido de la Gran Guerra, Rommel arreglo la documentación de su seguro de vida para que su hija Gertrud fuera la beneficiaria, en el caso de que cayera en combate.

En 1916 Rommel contrajo matrimonio con Lucie María Mollin. El tiempo pasaba y no fue hasta 1928 cuando Lucie quedó embarazada de su primer hijo primogénito, Manfred. La noticia dejó destrozada a Walburga que siempre tuvo la esperanza de que su amado Erwin volviera con ellas. Ese mismo año falleció Walburga. Oficialmente, la muerte se debió a una neumonía; sin embargo, su nieto afirmó que se suicidó debido a gran pena que padecía. Gertrud, con tan solo quince años, perdió a su madre, pero no se quedó sola. Erwin y su esposa Lucie se hicieron cargo de ella, casi como si fuera hija de ambos. 

La bufanda de Rommel
En una ocasión su hija le regaló la famosa bufanda que ella misma tejió y es la que el Mariscal Rommel usó y que podemos ver en muchas de las imágenes en las que aparece el Zorro del Desierto. En esas fotos también se le suele ver con unas gafas para protegerse de la fina arena del desierto y tienen un curioso origen. 

En 1941, a principios de abril, Rommel llegó a El Mekili para realizar una inspección. Observó muy interesado unos enormes carros de personal apresados a los británicos, que los alemanes apodaron Mammoth. Tanto le gustó el vehículo que se quedó con uno de ellos para su uso personal en el campo de batalla. Mientras se descargaban los pertrechos capturados se fijó en un par de grandes gafas que le gustaron. Con una sonrisa dijo: Bueno. Incluso un general puede hacerse con un botín. Me llevaré estas gafas. Se las colocó sobre su gorra y desde ese momento las gafas y la bufanda tejida por Gertrud, se convirtieron en dos elementos icónicos de la imagen de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto.